Hace unos días una amiga me envió un artículo de La contra del periódico barcelonés "La Vanguardia", en él le hacían un reportaje a Rébecca Shankland, responsable del título Psicología Positiva en la Universidad de Grenoble.
Ya desde el título me gustó: “Nos habituamos a lo bueno y dejamos de agradecerlo”, porque me sentí reflejada. Estuve al borde de la muerte sin quererlo o queriéndolo varias veces en mi vida, entonces aprendí a verla desde otro punto de vista y me dí cuenta que tenía más de lo que yo creía y pensaba, así que el significado/precio que le comencé a darle a todo se fue modificando poco a poco. Quería sentirme rica y plena, pero para esto tenía que trabajar día a día y no caer en el maremagnum del pesimismo habitual.
En el artículo que leí dice: "Pero sabemos que esa tendencia a valorar las opiniones negativas es mayor en los individuos que se sienten intelectualmente menos seguros de sí mismos. Lo mismo ocurre con la gratitud, hay que ser humilde e inteligente para asumir que la vida no nos
debe nada, y así el mínimo gesto de bondad ajena se convierte en un regalo. Agradecer nos refuerza y refuerza al otro."
Para Shankland la gratitud puede cambiar la sociedad.
Así que manos a la obra, hoy me puse a practicarla:
-Agradezco a mi familia, la grande, la que es más de 100 individuos, que no sabemos bien bien quien es hijo de quien o marido de cual, pero nos sabemos que tenemos algo más que la sangre o el ADN que nos unen. Por sus muerte, nacimientos, cumpleaños (un par de ellos de 100 años) que se celebran por todo lo alto, por los secretos que hay celosamente guardados, y el amor a la patria que se defiende con uñas y dientes.
-Agradezco a las ardillas que pasan por los pinos de delante de mi ventana cada mañana para encontrarse con otros del vecindario en los cipreses donde comen, se lavan, descansan y se sienten seguras de que hoy es el primer día del resto de sus vidas. Y me enseñan a soltar los miedos y preocupaciones porque si a ellas que son tan pequeñas y frágiles y van tan aireadas y ligeras, ¿cómo a mi me puede pasar algo peor que a ellas el día de hoy?.
-Agradezco al Choro, al pequeño conejo de 6 meses que le trajeron los reyes a Joaneta, que hace casi un mes tubo un accidente y ha quedado muy reducido, pero que así y todo le pone todo su energía para seguir viviendo. Y me enseña que valore su decisión de quedarse así como está con nosotros, en casa, y que le tenga paciencia, y le cuide.
-Agradezco a mis dos hijos y a mi pareja porque son mis cómplices en este momento de la vida. Sé que me entienden con solo mirarme, que saben si estoy triste, pensativa, con ganas de estar sola, o que me los comería con patatas crudas. Porque somos completamente diferentes y tenemos que aprender de las diferencias que más nos molesta del otro y todo esto sin morir en el intento...
Y gracias a Dios me doy cuenta que la lista puede ser muuuuy larga porque como dice esta psicóloga cuanto más practicas mayor es tu conciencia de gratitud.
Invito a practicar, gracias!.