Conocer las causas del síndrome de las vacaciones o de la tumbona te permitirá evitarlo
Hay personas que, prácticamente cada año, pasan los primeros días de su descanso estival enfermos
“Todo el año anhelando las vacaciones y, cuando llegan, voy y me pongo malo”. Casi todos conocemos a alguien que se identifica con esta frase. Personas que se pasan los primeros días de descanso estival enfermos, incluso en cama. Si no es fiebre es dolor de cabeza, y si no un virus intestinal, o un mal humor, un cansancio y una apatía descomunales. Y no una vez, sino cada año.
Los médicos admiten que cada vez atienden a más turistas con síntomas de enfermedades relacionadas con el hecho mismo de estar de vacaciones. ¿Por qué? ¿Qué tienen las vacaciones para enfermarnos?
El estrés afecta al sistema inmunológico, y cuando baja la tensión a veces el organismo afloja y no responde bien ante los virus.
“La vida de hoy en día conlleva un desgaste importante; todos estamos bastante desbordados en nuestro trabajo, y es algo estructural que no podemos resolver por nosotros mismos; así que aguantamos y aguantamos y luego el cuerpo, cuando aflojamos, nos pasa factura”, explica Ricardo de Pascual Verdú, profesor de Psicología en la Universidad Europea y experto en motivación y terapia psicológica.
Borja Farré-Sender, psicólogo y coordinador de la Unidad de Ansiedad y Estrés del Hospital Universitario Dexeus, asegura que no es casualidad que determinadas personas enfermen en vacaciones, que se sientan agotados, les duela la cabeza, solo tengan ganas de estar en la cama. Algunos expertos ya lo han bautizado como el síndrome de las vacaciones o la depresión de la tumbona, y explican que hay razones biológicas, psicológicas, sociales y familiares que propician este malestar durante el descanso estival.
Farré-Sender asegura que el desencadenante es el cambio brusco de pasar de la sobreactividad y el estrés a la inactividad y el descanso. “Si has tenido la agenda llena, una carga de trabajo importante, el organismo está programado para una respuesta exigente, y si de pronto suprimes estas exigencias laborales porque estás de vacaciones, el cuerpo se queda de golpe sin retos y puede sentirse mal”, justifica.
Porque ese cambio de exigencias tiene impacto fisiológico, genera cambios hormonales que repercuten en el sistema nervioso y en el sistema inmunológico. Diversas investigaciones indican que mientras estamos sometidos a estrés se dispara el nivel de adrenalina y cortisol, que afectan a los procesos inflamatorios y a la reacción inmunológica, de modo que cuando el nivel de estrés baja es posible que haya tejidos inflamados y más probabilidad de que el organismo no responda bien ante los virus y la persona enferme.
Los psicólogos aconsejan no pasar del estrés a la inactividad, si no cambiar de actividad y plantearnos retos que no sean laborales
“Esto ocurre no solo en vacaciones; también pasa a menudo los fines de semana, que has ido aguantando toda la semana y llega el viernes, aflojas, y te sale el constipado o el virus de turno; y también se observa en personas que han tenido que cuidar a alguien enfermo y, cuando esa persona falta, pegan ellos el bajón; porque tras una etapa de preocupaciones y de mucha exigencia, de haber tirado mucho de adrenalina, llega la relajación y el cuerpo pasa la factura, es como si al aflojar nos diéramos permiso para caer”, relata De Pascual Verdú.
Pero, según Farré-Sender, el funcionamiento del estrés no es sólo un proceso orgánico, y que nos sienten mejor o peor las vacaciones no es solo cuestión de hormonas. También tiene mucho que ver con los recursos psicológicos de que dispone la persona y de su personalidad. “Hay personas a las que les cuesta mucho desconectar del trabajo, que no se sienten a gusto fuera de su rutina laboral; son personas con alta implicación laboral, sentido de la urgencia elevada, que son muy impacientes y normalmente hostiles, y cuando están de vacaciones no saben qué hacer porque necesitan trabajar bajo presión, se sienten a gusto con los retos, les entusiasma saber que han de conseguir unos objetivos, y en vacaciones no se dan estas circunstancias”, apunta el experto en ansiedad y estrés de Dexeus.
Pascual Verdú opina que más que cuestión de personalidad, es cuestión de actividad. “Las personas con trabajos que tienen una alta carga de intensidad, que han de estar alerta todo el tiempo y de manera sostenida, están sometidas a mucha tensión y tienen más riesgo al desconectar”, dice. No obstante, precisa que esa mayor o menor capacidad de desconectar también tiene que ver con la vida y el entorno de cada uno. “Cuanto más patas tenga la vida de una persona, mejor; si tienes una vida rica fuera del trabajo, si tienes aficiones que practicas sin depender de otros, eso es un factor de protección enorme” porque cuando desaparece tu actividad laboral no es un problema, tienes otras cosas en qué centrarte.
Pero también hay circunstancias sociales y familiares que contribuyen a que no todas las personas se sientan bien en vacaciones. A algunos se les hace cuesta arriba tener que planificar viajes, reservar hoteles u organizar encuentros familiares. A otros lo que les resulta difícil es recuperar un rol que durante el año tienen abandonado, sea el de padre, madre, el de hijo o el de pareja. Por no hablar de aquellos para quienes vacaciones significa enfrentarse a dificultades económicas o durante el parón estival perciben más la amenaza de la precariedad laboral o de la inestabilidad política, por ejemplo.
A veces las vacaciones se hacen cuesta arriba porque implican recuperar un rol de padre o de pareja que se tiene abandonado el resto del año
“Si una persona que disfruta con su trabajo tiene una vida personal, familiar o de pareja deteriorada, cuando llegan las vacaciones se encuentra con que no solo pierde su única fuente de bienestar y autoestima sino que además se ve obligado a enfrentarse y estar más en contacto con aquello que le hace sentir mal, lo que puede desencadenar situaciones de angustia y estrés”, reflexiona el profesor de Psicología de la Universidad Europea.
Y enfatiza que todos estos malestares a menudo también tienen que ver con un concepto erróneo de lo que son las vacaciones. “Tendemos a pensar que descansar y desconectar es no hacer nada; y no es cierto, descansar es cambiar de actividad”, dice.
Cómo prevenirlo
En todo caso, más allá de saber por qué algunas personas enferman por vacaciones, la clave está en evitar que eso ocurra. Y para ello, dicen los expertos consultados, la solución ideal es prevenir el estrés durante todo el año laboral, ser capaces de desconectar a diario al salir del trabajo y realizar actividades de ocio para que nuestro registro vital no esté centrado sólo en la productividad laboral y tener otras fuentes de bienestar y motivación más allá del trabajo.
“No debes estar todo el año esperando a que lleguen las vacaciones; has de sacar algún rato al día, o al menos a la semana, para hacer cosas que te gusten, cosas especiales, y tener alguna afición que puedas practicar solo, sin necesidad de nadie, porque así tendrás algo que hacer siempre que quieras”, sugiere Pascual Verdú.
En todo caso, y como uno no siempre es capaz de evitar el estrés laboral, la recomendación de los psicólogos para no padecer este año el síndrome de las vacaciones o la depresión de la tumbona es preparar un aterrizaje suave, no pasar de cero a cien en unas horas; no pasar a la inactividad absoluta o irse de viaje al día siguiente de haber abandonado la oficina, porque ni el cuerpo ni la mente tienen tiempo de adaptarse. “La clave es dedicar esos primeros días a planificar las vacaciones o el viaje, y así uno se va adaptando a los nuevos registros”, dice Farré-Sender.
También ayuda no tener una inactividad absoluta, sino combinar el descanso con otras actividades que nos exijan un cierto esfuerzo y nos reporten satisfacción, ya sean culturales, deportivas, viajes... Eso sí, sin necesidad de tener toda la agenda programada, dando también pie al relax y la improvisación, marcándose objetivos realistas y, si se está en familia, tratando de que todo el mundo encuentre alguna satisfacción.