La fresa es una de las frutas más empleadas en las curas de primavera. Los efectos que se desprenden de su variada composición la hacen muy útil en en diversas enfermedades como artritis, reumatismo, diabetes, avitaminosis, estreñimiento, anemias, y afecciones hepático-biliares.
Su gran contenido en vitaminas C es lo que le confiere un valor especial frente a las avitaminosis que pueden presentarse al finalizar el invierno, debido al menor consumo de frutas y hortalizas frescas.
También se le aconseja el consumo de fresas a los anémicos por su estimable cantidad de hierro y yodo.
Se hace aconsejable a los diabéticos por su bajo contenido en azúcares, siendo el más abundante la levulosa o azúcar invertido (de fácil asimilación).
Un gran alcalinizante
Esta virtud derivada del ácido salicílico que posee, favorecerá inmensamente a aquellas personas que presenten exceso de ácido úrico como son los artríticos, los reumáticos y gotosos.
Es ligeramente diurética y sus semillas mejoran las evacuaciones intestinales.
Su afluencia sobre hígado y riñón es considerable al colaborar activamente en la eliminación de sustancias tóxicas acumuladas en estos órganos e incluso disolviendo cálculos renales y biliares.
Una de las curas de fresas es tomarlas para desayunar y cenar estando la comida del mediodía compuesta por otros vegetales crudos y cocidos, la duración puede varias entre varios días a varias semanas.